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domingo, 27 de octubre de 2013

Diario de Madrid y Semanario de Zaragoza

Diario de Madrid, 1800
Estos son dos ejemplos de la prensa española que en el año de 1800 se disputaban el público ilustrado deseoso de actualidad e información.

El Diario de Madrid inició su andadura en 1758, con el extenso y  detallado nombre de “Diario Noticioso, Curioso, Erudito y Comercial Público, y Económico” , estando considerado como el primer periódico diario en la historia de la prensa de nuestro país a la vez que uno de los primeros diarios europeos. 

En 1788 pasó a llamarse con el que sería su nombre más conocido de "Diario de Madrid".

El fundador de este legendario periódico fue el aragonés Francisco Mariano Nipho, autor de numerosas y variadas publicaciones, estando considerado el primer periodista profesional al estilo moderno de nuestro país.

En 1800, el contenido que presentaba el Diario de Madrid en sus cinco páginas diarias era: información del santoral y las observaciones meteorológicas del día anterior (mediciones del termómetro y barómetro) continuando con dos secciones bien diferenciadas, una de opinión, como las “Cartas al diarista”, en el que aparecían artículos curiosos con temas tan variados como literatura o comercio, pasando después a la sección local con noticias particulares de Madrid donde cabían los anuncios de ventas de tierras o espectáculos en la Corte. Se cerraba el diario a dos columnas con noticias sueltas, sobre pérdidas y hallazgos, empleos y teatros.

El Diario de Madrid está considerado el segundo diario más longevo de la prensa española, únicamente por detrás de la Gaceta de Madrid conocida actualmente como el Diario Oficial del Estado-BOE.

Semanario de Zaragoza, 1800
Otro de los periódicos más leídos que se ofrecía a finales del siglo XVIII en varias ciudades españolas, fue el Semanario de Zaragoza, (apareció por primera vez en 1798). En 1800 se presentaba con 16 páginas al precio de ocho cuartos, llevando artículos sobre novedades y descubrimientos, agricultura, medicina, crítica literaria, llegando incluso a costumbres o asuntos morales, historia, fábulas y composiciones poéticas, dirigidos para la utilidad y didáctica del lector.

En el año 1800, la atención de sus artículos se centraron en temas relativos a  la convocatoria de los premios de la Sociedad Aragonesa de Amigos del País, la educación de los padres, la novedad de la vacuna de la viruela, las actividades del conde Rumford, ciencia moral en el matrimonio o la defensa de la agricultura.

Actualmente estos periódicos ya no se editan, y si los comparamos con las publicaciones actuales probablemente nos constaría algo de esfuerzo reconocer en ellos el formato de un periódico moderno, sin embargo para la sociedad de 1800, era una de las fuentes de noticias más renovadas y cercanas.

domingo, 20 de octubre de 2013

Leguas y leguarios

Se vende en la villa de Pozuelo de Alarcón, distante legua y media de esta Corte, una casa, que está en el mejor sitio de dicha villa”.

La legua era una medida antigua de distancia comúnmente utilizada en 1800.
La Pradera de San Isidro, Goya


Empleada en distintos países antes de la implantación del Sistema Métrico Decimal, venía a ser el camino que regularmente se andaba en una hora. Pero dado que no todas las personas recorren la misma distancia a pie en el mismo tiempo (dependía del terreno que se recorría o el estado del suelo), a finales del siglo XVIII la medida de la legua era muy distinta de una provincia a otra.

Con el objetivo de unificar la medida de la legua, en nuestro país en 1769 se determinó que equivaliese a “ocho mil varas castellanas de Burgos”, y las distancias se contasen desde Madrid como centro de los caminos generales del reino.

Para que los viajeros tuvieran mejor información se estableció que “se señalasen las leguas con unos pilares altos de piedra en cuyo frontis se esculpiese con letras romanas la inscripción siguiente: A Madrid I legua, 2 leguas, 3 leguas, etc.” Estos pilares son los llamados leguarios.

Generalmente consistían en grandes piedras apoyadas sobre una base cuadrada y  colocados en las salidas de las localidades y a lo largo de las carreteras y caminos.

En el mundo de 1800,  viajar de un lugar a otro tenía mucho de aventura y algo de riesgo. El transito en nuestro país a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, consistía en discurrir por sencillos caminos, simples travesías, a veces inseguras, la mayoría sin empedrar y donde había que atravesar obstáculos, que alargaban las jornadas y dificultaban el transporte de personas y mercancías. En un mundo tan inhóspito, los leguarios conseguían ser un hito informativo que acercaba al viajero a la civilización.

De nuevo se intentó unificar las medidas en enero de 1801, estableciendo la legua en 20000 pies (lo que vendría a ser 5572,7 metros.)

Para que la legua corresponda próximamente a lo que en toda España se ha llamado y llama legua (que es el camino que regularmente se anda en una hora) será dicha legua de veinte mil pies, la que se usará en todos los casos que se trate de ella, sean caminos Reales, en los Tribunales y fuera de ellos."

Los leguarios, situados para marcar distancias sirvieron de manera similar a los miliarios de la época de los romanos que se colocaban en el borde de las calzadas para marcar las millas.

Aunque en estos tiempos ya no se mide la distancia en leguas, si nos quedan,  al hablar,  las referencias en expresiones del tipo “se nota a la legua” para indicar que algo es muy evidente.

domingo, 13 de octubre de 2013

La maja desnuda

La maja desnuda, Goya, Museo del Prado
Esta curiosa obra constituye uno de los primeros y pocos desnudos femeninos en la pintura española de todos los tiempos, pues en nuestro país existía un exagerado celo religioso para este tipo de obras, estando generalmente consideradas sus representaciones como obscenas.

Y el ejemplo lo tenemos en la investigación de esta obra que se realizó por parte de la Inquisición en 1814, y que incluso llamó a comparecer a Goya para aclarar en su Tribunal el porqué y para qué había realizado esta pintura.

La primera vez que se registra la existencia de esta singular pintura, fue en noviembre de 1800, mencionándose como una propiedad de Manuel de Godoy (ministro de Carlos IV), que la exponía en un gabinete privado de su casa, junto a otras obras de desnudo femenino como la “Venus de Velázquez”.

Con unas medidas de 98 cm x 191 cm, este óleo sobre lienzo está considerado como la más sensual obra del genial Goya, en la que utilizó colores suaves sobre un fondo neutro para evitar la distracción y centrar más la atención en la figura de la mujer.

Se retrata a una mujer desnuda, con los brazos entrecruzados detrás de la cabeza,  sobre un canapé en color verde con una colcha y almohadas blancas con encajes. Goya nos muestra una figura sugestiva de contornos precisos  y piel pálida mientras mira de frente y de manera resuelta.

Poco cierto se sabe sobre la modelo que posó para la obra, pero la imaginación ha hecho pensar que esa figura que mira con complicidad podría ser la XIII duquesa de Alba (María del Pilar Teresa Cayetana de Silva) que fue amiga y protectora de Goya o también se ha especulado con la atractiva Pepita Tudó, que era amante y tiempo después esposa de Godoy. Hay también quienes dicen que en este desnudo, Goya quiso ocultar a la retratada y así pintó la cara en el cuadro con apariencia de máscara.
La maja vestida, Goya, Museo del Prado

Esta reconocida pintura tuvo varias y peculiares denominaciones: en los registros se la ha identificado como “Venus”, “Gitana”, “mujer desnuda” y finalmente “maja desnuda”. Este último nombre probablemente procede del hecho de que se ha asociado este cuadro con otra obra del mismo autor y que fue pintada poco después “mujer vestida de maja”, más conocida como la “maja vestida”(aunque ambas tienen técnica y tamaño distintos).

Después de varios traslados en su historia (Depósito General de Secuestros, Tribunal de la Inquisición, Real Academia de San Fernando), desde 1901 se puede contemplar esta bella y atrevida obra en el Museo del Prado, aunque hoy en día sigue siendo un peculiar misterio no resuelto quien fue la modelo y porqué se realizó la pintura.

domingo, 6 de octubre de 2013

"Callejeros Viajeros": Rusia 1800

Conocido por sus tapices y su porcelana entre otras manufacturas, este inmenso país tenía en 1800 un valor destacado en el comercio de pieles (nutria, castor, zorro, oso, etc.).

La mayoría de la población rusa vivía en pequeñas aldeas, aisladas y autosuficientes, conservando sus antiguas costumbres. Pero entre todas sus poblaciones sobresalían dos imponentes ciudades: San Petersburgo y Moscú.

San Petersburgo, de Damame-Demartrais 1800
San Petersburgo, era en 1800 la capital del Imperio Ruso y contaba con espléndidas avenidas y grandiosos edificios, pues desde su fundación se erigió con una clara y fuerte influencia meridional, buscando equipararse a las importantes ciudades de las Cortes europeas:

tiene por maestros al inglés que le enseña la navegación y el comercio, al francés que le enseña modas y frivolidades, al italiano que le enseña arquitectura y la música, al alemán...”

Los petersburgueses constituían una mezcla de pueblos: siberianos, tártaros, cosacos, finlandeses: “además de las europeas, se van aquí las asiáticas, y de toda las provincias del imperio, cada cual con su traje nacional”.

Muy distinta a San Petersburgo era Moscú. Esta populosa ciudad que contaba con 250.000 habitantes, tenía muchas de sus calles estrechas y poco iluminadas habiendo conservado en sus construcciones el estilo propio del país.
Moscú, de Fedor Alekseev 1801
 
En la ciudad de Moscú se podía percibir  la convivencia de la pobreza más absoluta con la riqueza más sorprendente: “chozas miserables de madera al lado de un magnífico palacio de ladrillo.” “Por todas partes se ve el mismo contraste del lujo  y de la miseria, de la abundancia y de la mayor pobreza.”

En las grandes ciudades de Rusia, se habían establecido numerosos baños públicos, práctica a la que eran muy aficionados los rusos, pues consideraban que esta era la mejor manera de fortificar el cuerpo contra el rigor del clima.

Estos baños consisten en una estufa y un gran patio descubierto, donde se pasean desnudos los que han sudado bastante en la estufa, se revuelcan en la nieve, e echan agua fría por la cabeza, y se hacen frotar el cuerpo o azotar con mimbres”.

Otras diversiones habituales entre los rusos de clase alta eran las celebraciones con mucha comida y bebida además de las tertulias y el juego, las salidas al campo y los paseos en trineo, el carnaval y los bailes.

Los nobles ricos eran considerados personas de excesivo orgullo y demasiado altivos, que imitaban las costumbres de vestir de la nobleza europea y que pretendían en sus casas la mayor ostentación con sus elegantes salones y ricos gabinetes.

fundan esta altivez en el tenerse por la nación más bélica del mundo.”

Presentaban sus mesas con mucho lujo y hacían venir productos exquisitos de los lugares más distantes: pescado del Volga,  ternera de Arcángel, carnero de Astracán, uvas y melones de lugares cálidos,  vaca de Urania,  faisán de Hungría, junto a los preciados vinos de Francia y España.

la costumbre que tienen las personas de alta jerarquía, que es comer manjares muy ardiente, beber licores espirituosos, y seguidamente tomar helados para refrescar el estómago abrasado.

Las bebidas más populares entre los rusos eran el aguardiente (muy consumido entre la población) y el Kvas, “que es una especie de cerveza, dicen que es muy sana y contribuye para engordar.

Entre otras peculiaridades de la alta nobleza rusa y que llamaba la atención a muchos extranjeros lo constituía la manera de saludarse:  

cuando las dos personas son de igual condición o que la mujer quiere hacer una demostración de cariño, besa al hombre en la mejilla al tiempo que se inclina para besarla la mano, lo mismo hacen los grandes señores cuando alguna mujer se inclina para besarles la mano.”

Pero la mayoría de los rusos vivían en condiciones muy distintas. Pues este extenso país pertenecía a un reducido número de personas (nobleza) que gozaba de amplios privilegios, mientras el resto de sus habitantes estaban sometidos a un sistema de servidumbre (campesinos siervos), obligados a trabajar para el beneficio del señor durante toda su vida y sometidos a la autoridad del aristócrata.

Esta clase, que forma la nona de las diez partes e los habitantes de toda la Rusia.”

Los siervos, vivían en casas miserables, con pocos enseres y en condiciones insalubres (por el humo interior de las chimeneas y poco ventilados por el frío exterior). Basaban su alimentación en pan de centeno, raíces,  vegetales y  licores y se les consideraba desconfiados ante las novedades, prefiriendo mantener sus antiguas costumbres y siendo muy reservados.

Una larga y abundante barba, fue un rasgo característico en los rusos, unido a una manera de vestir sencilla: en invierno una pelliza de carnero que les abrigaba y  que les llega hasta media pierna y en verano una especie de casaca de paño muy corto, medias y zuecos “de corteza”. Para las manos guantes dobles, unos de ellos de cuero y llevaban colgado entre las ropas un hacha y un cuchillo.

Fue necesario que pasasen  más de cincuenta años (1861),  para que la mayoría de la población rusa, que entonces estaba sometida a la dependencia servil consiguiese la abolición de la servidumbre. El "Manifiesto de Emancipación"  otorgó (con algunas dificultades) derechos de ciudadanos libres a los millones de siervos que existían en el país.

Una de las curiosidades que apreciaban los extranjeros en Moscú era el “mercado de las casas”:

Se ve allí una gran variedad de casas de madera en pedazos, tendidos por el suelo, y juntas unas con otras. El que necesita una casa, acude a este mercado, dice cuantas piezas de habitación necesita, a veces la compra al punto y la hacer llevar al paraje en que ha de fijarse… para formar las casas no hay que hacer más que ir uniendo las piezas.”

Hoy en día, el esplendor de las bellas ciudades rusas de Moscú y San Petersburgo siguen siendo objeto de admiración para  los miles de visitantes que cada año se acercan a contemplarlas.