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domingo, 31 de agosto de 2014

Unos refranes

Considerados muchos de ellos en el siglo XVIII como enseñanza moral o como sentencias populares, reflejaban también un modo de pensar basado en la observación y la experiencia de los años.

Y aquí os presento una muestra de los refranes utilizados hacia 1800, siendo la mayoría de ellos poco conocidos actualmente.


Merienda a orillas del Manzanares, Goya
El que a casarse se apresta, elija mujer honesta.

De ligero enamorarse, es por necio reputarse.

En los adornos profanos, hállanse mil gastos vanos.

No se hacen las bodas de hongos, sino de pesos redondos.

Siendo cosa que no dura, seguir la moda es locura.

Las visitas continuadas, son terribles bofetadas.

El hacerse de rogar, es causa de despreciar.

El hablar con la cabeza, denota grande rudeza.

Ni subirse, ni bajarse, sí solo en su esfera estarse.

Respetando a tus mayores, háranlo tus inferiores.

Ser viejo en la juventud, tiene parte de virtud.

Quien nota defecto ajeno, ese está de ellos más lleno.

Ni el ausente está sin culpa, ni el presente sin disculpa.

El que quiera vivir sano, hágase viejo temprano.

Si quieres labrar tu fama, no te de el sol en la cama.

El que paga bien por mal, atesora gran caudal.

Quien tiene de vidrio el trato, quiébrale muy de barato.

Necios hay de doce en doce, más ninguno los conoce.

Dichosos y hechos sublimados, hacen hombres consumados.

La lengua desenfrenada, espada desenvainada.

No se ganó Zamora en una hora.

Viene ventura a hombre que la procura.

La perseverancia toda cosa alcanza.

Quien ha oficio, ha beneficio.

Quien adelante no mira, atrás se queda.







domingo, 24 de agosto de 2014

Los baños y la natación

Paisaje fluvial, Thomas Gainsborough
En estos días de verano las altas temperaturas invitan a tomar un baño en playas y ríos. Pero el disfrute del mismo no debe hacernos olvidar en ningún momento las debidas precauciones.

Ya en agosto de 1800 aparecía publicado un artículo en la prensa de nuestro país (de la prensa francesa) en el que invitaba a reflexionar “sobre algunos peligros de los baños de agua corriente de los ríos y sobre la natación”.

Los baños considerados en aquellos entonces “útiles para la limpieza, conseguir un estado saludable y producir placer”, se estimaba peligroso y por lo tanto contraindicado para algunas personas como las que padecían vértigos y aquellas con frecuentes desvanecimientos o calambres. Pero también eran desaconsejados para las mujeres que sufrieran “vapores” o los hombres “con melancolía”, y todos los que se quejasen de “digestión penosa”.

Se consideraban además los baños “dañosos antes del amanecer y mucho tiempo después de puesto el sol” y cuando el agua no estaba expuesta a los rayos del sol.

Como remedio los bañistas debían acompañarse de amigos que supieran nadar, para salvarlos de cualquier peligro en caso necesario.

La práctica de la natación era poco usual en nuestro país y en general en toda Europa, ya que aunque fue muy practicada en Grecia y Roma, durante la Edad Media cayó en desuso en la mayoría de los países.

Los que no sabían nadar tenían que contentarse con la incomodidad de llevar consigo cuando se acercaban al agua para poder flotar , vejigas y calabazas que “ayudando a los que quieren ensayarse a nadar, los sostienen sobre el agua y los habitúan a no temer sumergirse”.

Otra sugerencia era un “sencillo y recomendado método” que consistía en “una camisola o almilla y unos calzones forrados en junco, y aunque se empape de agua no deja por eso de ser más ligero aún en este estado, de suerte que cualquiera que esté cubierto con él no tienen ningún peligro de sumergirse”.







domingo, 17 de agosto de 2014

Una parábola

Perros de caza, Goya
Durante los años finales del siglo XVIII era frecuente el entretenimiento de la gente, a la vez que la formación en las virtudes de la moral, con cuentos a modo de fábulas (en el que animales y plantas tienen cualidades humanas)  y "sentencias" (dichos populares) que se publicaban en los periódicos de la época.

Ejemplos de este tipo de literatura son las "parábolas" que aparecían publicadas en el Diario de Madrid del  año de 1800:

Parábola. A los buenos y malos efectos de la amistad y enemistad

Tenía un hortelano dos perros y dos borricos: echólos un día de comer a un mismo tiempo, y los borricos, que eran íntimos amigos, empezaron a comer con tranquilidad en sus respectivos pesebres; pero los perros que se querían mal, se pusieron a reñir, en lugar de comer lo que el amo les había destinado. En este tiempo llegó un perro forastero, y sin que ellos lo advirtiesen, se comió la ración de los dos. Viendo esto los borricos, se dixeron uno a otro: los perros pasan en el mundo por astutos, y nosotros por tontos, pero a fe que ellos son más borricos; pues pudiendo emplear sus dientes en hacerse bien as sí mismos, comiendo en sana paz como nosotros, la comida que el amo les ha puesto, los emplean en destruirse, y abandonar sus propios intereses.

Diferenciandose de los perros de la parábola presentada, los que pinta Goya reflejan una mirada más inteligente y reposada.

domingo, 10 de agosto de 2014

"Callejeros Viajeros": Tahití 1800


Tahití

Tahitianos
En 1800, Tahití era la principal isla de un bello archipiélago en el Pacífico Surde montañas que salen entre las nubes doradas con los rayos del sol, de dulce perfume de plantas aromáticas, de suaves colinas cubiertas de árboles de mil colores”.

Cuando llegaron los europeos, la asombrosa y sencilla belleza de este territorio la componían árboles frutales como cocoteros, plataneras, árboles del pan y otros vegetales, así como peces y aves de plumajes vistosos.

Sus habitantes eran de facciones agradables,  diestros nadadores y buceadores, que iban desnudos de medio cuerpo para arriba, mientras otros vestían “una pieza de tela con un agujero en medio para meter por él la cabeza

Sus hermosas mujeres sentadas sobre un madero fabricaban telas con las que vestir, batiendo con mazos cortezas fibrosas de moral y otras plantas.

Se ungían los tahitianos con aceite de coco mezclado con maderas aromáticas y se colgaban pedazos de cuarzo como adornos, a la vez  que, en señal de distinción, se dejaban largas las uñas de los dedos y se tatúan todo el cuerpo representando grandes figuras.

Las casas se construían entre los árboles y se componían de chozas cubiertas de grandes hojas de plátano, donde se tendían o sentaban sobre la hierba o esteras para conversar, o dormir y algunos utilizaban sobre las esteras unos pequeños bancos de madera como almohada.

En sus danzas y representaciones teatrales se acompañaban con ritmos variados con la música de tambor.

Utilizaban habitualmente las canoas o piraguas para ir entre las distintas islas y su alimentación se basaba en frutas, cerdos, perros, gallinas, peces, raíces guisadas, así también consumían hasta embriagarse una bebida elaborada con las raíces de una variedad de pimienta llamada ava, que se maceraba en agua.

En 1800, habían llegado hacía unos años a Tahití,  balleneros y comerciantes, misioneros y expediciones que poco a poco fueron cambiando la forma de vida de todo el archipiélago.

Poco a poco se fue creando una rivalidad entre Francia y Gran Bretaña por el control de aquellas islas del Pacífico, que como sabemos acabó con el dominio de la primera y que dio lugar a la llamada Polinesia Francesa.

Hoy en día aunque Tahití no es el paraíso idílico que se presentaba a los primeros exploradores, sigue siendo una isla de gran belleza y una de las principales atracciones turísticas de la zona.

domingo, 3 de agosto de 2014

De las aguas heladas de frutas

Sandía y garapiñera al fondo

En el siglo XVIII aparecía publicado uno de los primeros libros de cocina y repostería en nuestro país, donde encontramos un apartado con recetas de aguas heladas utilizando frutas y las garapiñeras o heladoras (un cubo metido dentro de otro más alto y ancho que estaba rodeado de nieve y hielo con sal):

Agua de fresas

Se elije una libra (aprox. medio kilo) de fresas bien maduras y se ponen en una cazuela. Se estrujan añadiendo media azumbre de agua mineral (aprox. 1 litro), el zumo de un limón y ocho onzas de azúcar (aprox. 230gr.). Se dejan en infusión por el tiempo de media hora.

Después se colarán por la manga y se helará en la garapiñeras, dejándolas de llenar hasta un dedo o poco más para que penetre la nieve y puestas en la frasquera se helarán para servirlas.

"Algunos suelen dejar enteras algunas pequeñas fresas en la bebida, lo que se puede ejecutar a medida del gusto de cada uno que puede dará alguna diversión a la vista".

Agua de sandía

Tomada sola la carne encarnada de la sandía de este color, sin cáscara, y pipas, en cantidad de una libra (aprox. Medio kilo), se desleirá en el mortero y se echará en una cazuela, a la que se añadirá un quartillo de agua (aprox. medio litro), un agrio de limón, cinco onzas de azúcar (aprox. 145 gr.), y un poco de canela quebrantada.

Garapiñera o heladora

"Dejándolo todo en infusión por un quarto de hora, después se colará helándolo en el modo ordinario".

Para 1800, había quienes encontraban en estas aguas heladas de frutas una bebida refrescante ante los rigores del verano.