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domingo, 4 de enero de 2015

El saber del comerciante


Ilustración de 1800

Es curioso lo que se leía en 1800 sobre los conocimientos básicos que debía tener un buen comerciante, que según decían “se distinguiría del simple mercader”.

Un experto comerciante que  “desde climas remotos distribuía producciones en su país a sus conciudadanos o revendía al extranjero” debía comenzar por tener conocimientos de aritmética, libros de cuentas y documentos mercantiles como letras de cambio.

Se consideraba indispensable el conocimiento de los seguros y precios de los portes, así como los reglamentos de los productos en los lugares de origen (mercancías prohibidas de extraer o introducir) o los salarios que se daban a los capitanes, pilotos, oficiales y marineros.

El estudio de las monedas, pesos y medidas de cada país y los mejores lugares de fabricación de mercancías era de gran valor.

Pero también era importante para un buen comerciante la instrucción de la lengua francesa, “que se ha hecho universal en estos tiempos para las comunicaciones mercantiles y no le dañará el saber la inglesa e italiana” junto al modo de embalar o empaquetar los géneros para que de esa manera no padecieran el deterioro por los transportes.

Se complementaban estos conocimientos con una rica formación en geografía e historia de la navegación y el comercio, de los pueblos modernos y de las principales Compañías de comercio.

Puede ser que en el fondo todo esto fueran unos primeros pasos para los conocimientos en ciencias empresariales.

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