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domingo, 8 de noviembre de 2015

Pablo de Olavide, criollo reformador


Cuando comenzaba 1800, hacía poco más de un año que Pablo Olavide había vuelto a nuestro país, después de diecisiete años de exilio en Francia, y vivía después de una pródiga y dilatada vida, sus últimos años retirados en Andalucía.

Pablo de Olavide

Pablo Antonio José de Olavide y Jáuregui, nació en Lima, en el año 1725, siendo hijo de españoles de destacada  influencia en la capital peruana.

Este notable criollo,  que llegó a ser un joven catedrático en la Facultad de Teología de Lima y ocupar cargos jurídicos en el ayuntamiento de la ciudad, tuvo que marchar a España, debido a turbios asuntos económicos y comerciales.

Un rentable matrimonio en Madrid, le facilitó la economía necesaria para pertenecer a la Orden de Santiago, a la vez que entrar en la alta burguesía y poder desenvolverse entre lujos y viajes por Europa (amigo de Voltaire, se relacionó con la alta sociedad francesa).

Fue además de escritor (una de sus obras más destacadas es “El Evangelio en triunfo”), director del Hospicio madrileño, síndico personero (representante del pueblo) madrileño, Intendente de los cuatro reinos de Andalucía (Sevilla, Granada, Córdoba y Jaén) y Asistente de la ciudad de Sevilla.

Primer Plano de Sevilla 1771, mandado por Olavide
Durante su dilatada y extensa carrera profesional, propició diversas medidas tendentes a mejorar el teatro, fiestas populares, limpieza de las ciudades o desarrollar reformas educativas y urbanísticas.

Olavide, sufrió en varias ocasiones el desprestigio y el recelo tanto de la Inquisición como de los defensores del Antiguo Régimen, sobretodo fue perseguido por  sus medidas propiciando la relajación moral, sus lecturas de libros prohibidos y sus opiniones públicas.

Es popularmente conocido por las “Nuevas Repoblaciones de Sierra Morena”, un ambicioso y reformador programa por el que estableció colonos (franceses, flamencos, alemanes, suizos e italianos y más tarde levantinos y catalanes) por parajes despoblados de Andalucía, mejorando entre otros aspectos las comunicaciones entre Andalucía y la corte, en un territorio despoblado y dominado por bandoleros.

Plazas y calles recuerdan a este afrancesado defensor de ilustrados, y desde hace unos años lleva su nombre la segunda universidad hispalense.


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