De paisaje intrincado y montañoso, el reino de Noruega se presentaba en 1800, como un país de extensos bosques de encinas, hayas y pinos. Un lugar de clima riguroso, donde sus habitantes se concentraban fundamentalmente en fértiles valles, entre torrentes y arroyos, y en poblaciones costeras donde las temperaturas eran algo más suaves.
Ciudad de Christiania (Oslo) |
Su capital Christiania (Oslo) estaba situada en la extremidad de un fiordo (ensenada) que llevaba su mismo nombre.
El entonces ya antiguo y poderoso castillo de Akershus, se imponía defensivo sobre las amplias y rectas calles ocupadas por acomodadas y confortables casas en la que era su próspera capital.
La gran cantidad de bosques, hacía de la madera, una de las principales bases de su economía. Transportada por todo el país a través de caudalosos ríos, y embarcada
en su accesible puerto rumbo principalmente a Inglaterra y Holanda,
donde era muy demandada tanto para la construcción de edificios y navíos
como para la producción de toneles.
Había que destacar las abundantes pesquerías del país que provocaban un favorable y propicio comercio con otros reinos (en nuestro país era muy demandado el bacalao de Noruega).
Los ricos habitantes de las ciudades como los de otras grandes capitales europeas, consumían ostras, caza exquisita y vinos de importación, que hacían traer de los países del mediterráneo en los navíos que habían llevado en su viaje de ida, tablazón (maderas) y pescado.
Puerto de Christiania (Oslo) |
Mientras tanto los labradores noruegos tenían un nivel de vida más favorable que los labradores de otros lugares: todos eran libres y aunque no disponían en sus mesas de ostentosos manjares, se proveían habitualmente de pescado seco y salado tanto de río como de mar, queso, pan, y carne de caza de aves, liebres o ciervos. Consumían estos labradores puches (gachas) de avena y cebada, y la leche mezclada con agua o suero agrio. La cerveza, sin embargo, era una bebida reservada exclusivamente para las fiestas y celebraciones.
Puente de Christiania (Oslo) |
Sus casas las edificaban con madera, consistiendo en viviendas generalmente de buena construcción, con habitaciones abrigadas, donde los resquicios eran tapados para protegerse del frío con musgo, pez y brea. Los techos de las casas eran de tablas donde sobreponían corteza de álamo blanco (que aguantaba mejor la humedad) y encima una capa de césped.
Los noruegos eran considerados hospitalarios y atentos, vigorosos y excelentes marinos, que apreciaban a los ingleses más que a los habitantes de otras naciones. Eran generalmente de cabellos rubios y ojos azules, de familias numerosas y junto a los escoceses de más larga vida.
En el norte del país, donde la dureza del terreno y del clima era más extrema, se encontraba la Laponia noruega: una vasta extensión de terreno habitada por un pueblo de gentes de pequeña estatura, morenos de ojos pequeños y negros, mayoritariamente nómadas que se dedicaban a la pesca y al pastoreo de los renos, en un duro territorio donde el invierno se alarga casi diez meses al año.
Las ropas de los lapones debían ser muy gruesas para preservarse del frío. Usaban unos calzones largos de piel de reno y además zapatos y guantes que también eran de piel de reno rellenos con hierba seca que les servía de aislante y acolchado.
En la actualidad el uso de la palabra lapón entre diversos grupos y medios de comunicación no se usa, al considerarse peyorativo por provenir de la palabra escandinava “lapp”, que viene a significar “harapiento” o “inculto”. Se utiliza para designar a esta comunidad la palabra sami.
Con el paso de los años Noruega ha seguido experimentando un crecimiento económico que ha hecho que en la actualidad esté considerado uno de los países más ricos del mundo, a la vez que sus habitantes gozan de amplios derechos que le dan al país un alto índice de desarrollo humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario