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domingo, 23 de febrero de 2014

"Callejeros Viajeros": Cuba 1800

Los años de finales del siglo XVIII, son muy importantes en la historia de Cuba: su economía basada en la plantación de la caña de azúcar, se incrementa de manera significativa debido a los problemas en Haití, por el levantamiento de los esclavos, y que hasta el momento era el mayor productor de azúcar.

Cuba acrecentaba de esta manera su producción a partir de 1791, supliendo la demanda de los mercados y en el que gran cantidad de azúcar refinada era embarcada para Europa y otros destinos, mientras su población principalmente de color iba aumentando.

La Habana, 1800
Poseía esta isla, situada en el golfo mexicano, de temperaturas cálidas y palmeras elevadas,  un terreno fértil donde se producían además de la caña de azúcar, yucas, maíz, añil, algodón, cacao, tabaco e incluso café (había en 1800 en Cuba 60 cafetales).

Sus montes con abundantes maderas, propiciaba una de sus industrias: su astillero desde donde se fabricaban barcos de guerra para la armada española.

 “Continuamente se construyen navíos de la Real Armada

Se encontraban en la isla de Cuba,  de más de trescientos mil habitantes en el año de 1800,  muchas familias nobles y ricas, formadas principalmente por comerciantes y hacendados españoles y criollos (de origen español pero nacidos en la isla) que controlaban la mayor parte del comercio y de la propiedad agraria,  pero también se encontraban hombres y mujeres de color, muchos de ellos esclavos (miles de esclavos negros entraban en la isla cada año) que trabajaban en las grandes plantaciones.

La ciudad de San Cristóbal de la Habana, en los años finales del siglo XVIII, estaba rodeada de murallas y formada de calles estrechas y sin empedrar, mientras su puerto (donde muchos barcos hacían escala), era de los más transitados de América.

un bosque de mástiles y de velas de embarcaciones

Las frutas cocidas con azúcar, las mermeladas, el maíz y las yucas con las que se hacía “pan de cazabe” que era una torta redonda y crujiente constituían buena parte de la alimentación de sus habitantes.

La Habana, hacia 1800
De las todas las frutas que se obtenían en la isla, la piña era la más apreciada  y  se la llamaba “la reina de las frutas

Entre las diversiones  la afición a las peleas de gallos era una de las actividades más populares.

Los habitantes de la Habana, eran estimados como activos e industriosos a la vez que las mujeres se las consideraban vivas y afables, ingeniosas y hospitalarias. Pero conforme se alejaba uno hacia las haciendas y pueblos pequeños, se acentúa entre sus habitantes la “sencillez de hábitos y costumbres de sus habitantes”.

En el año 1800 llegaba por primera vez a la isla el famoso viajero y científico alemán Alexander von Humboldt, considerado el “padre de la geografía moderna universal”. Unos años más tarde ya destacó en una de sus obras: “la importancia política de la isla de Cuba no consiste únicamente en la extensión de su superficie, …, sino que aún es más considerable por sus ventajas que ofrece la posición geográfica de la Habana”. Casi 100 años más tarde de su llegada a Cuba, con la guerra de Independencia cubana, se vió la importancia de sus palabras.

domingo, 16 de febrero de 2014

"Callejeros Viajeros": Londres 1800


Cercanías de Londres
Londres 1800
En el año 1800, cuando el viajero se dirigía a la ciudad de Londres, podía encontrar en su camino pequeñas aldeas con casas de ladrillo y cubiertas de tejas y dispersos caseríos entre limpios y sólidos caminos que anunciaban la grandeza de la ciudad.

La gran variedad y cantidad de monumentos de la próspera ciudad de Londres a finales del siglo XVIII, no era ensombrecida por los vapores del carbón piedra y la niebla del río Támesis.

Existían diferencias visibles en diferentes partes de la ciudad: unas zonas mostraban calles estrechas con casas amontonadas y mal construidas, mientras que los barrios nuevos estaban construidos entre calles rectas y espaciosas y sus casas estaban edificadas con sótanos que protegían de la humedad el resto de habitaciones y pequeños pórticos con columnas que servían de cobertizo a la puerta, además de que las cocheras y caballerizas por limpieza se situaban separadas de las casas.

Se habían realizado diversas “particularidades” dirigidas a la comodidad pública y que la hacían una ciudad con muchos servicios para los ciudadanos: las aceras se hacían amplias para la gente de a pie, los alumbrados de las principales calles eran de vistosos faroles con varios mecheros que daban mayor claridad, el empedrado en las calles se había elevado en el centro para que el agua corriera a ambos lados, se habían situado bancos de piedra en los caminos, la recogida de basuras se hacía de una manera acertada y los coches de alquiler se exponían limpios y cuidados con sus cocheros bien vestidos.

Pero también había inconvenientes en la gran ciudad,  principalmente en las orillas del Támesis y en las calles más concurridas, donde actuaban un gran número de ladrones y rateros, sociedades de mendigos e incluso impostores que se decían mágicos y actuaban de adivinos.

Los desayunos ingleses consistían en té con leche y tostadas de manteca, y  en las comidas, el roast-beef y el pudding, eran los alimentos más destacados en las mesas acompañados de cerveza y  té. El vino era considerado una bebida de lujo que solo en las grandes mesas se podía consumir.

Las mesas inglesas se ven cubiertas de patatas ya en pudding, ya cocidas, ya fritas, ya con varias salsas muy gustosas

Se daba entonces una “especie de gimnástica”  que gustaba al público y que consistía en “combates de boxers” en las calles de la capital. Eran estos combates “peleas a puñadas” entre dos contrincantes que se quitaban la camisa para demostrar que no tenían defensa contra los golpes y en donde una vez concluida la contienda los dos combatientes se daban la mano como  amigos.


Orgullosos y amantes de su patria, generalmente los ingleses eran considerados de buena presencia, atentos y con dureza de carácter, mientras que las inglesas eran consideradas recatadas y de fina educación.

Los ingleses asistían con asiduidad a silenciosos” cafés, donde  se dedicaban a leer alguno de los ejemplares de papel periódico que había a su disposición, siendo en 1800 uno de los más frecuentados el famoso café Lloyd que era considerado el café propio de la compañía de seguros y donde sus muchos asociados podían conocer con rapidez y exactitud las noticias más importantes de Europa. Para los trasnochadores las casas de juego ofrecían “juegos de suertes” a los clientes.

La pertenencia de los ingleses a un club era muy común, pues “desde el lord más distinguido hasta la clase ínfima todos tienen su club.”

Una de las grandes aficiones de los londinense eran las apuestas como la lotería (puestos de lotería se anunciaban en los periódicos y se localizaban en todos los barrios de la ciudad), mientras que sus espectáculos preferidos eran las carreras de caballos y las luchas de gallos.

Los entretenimientos familiares en los días de domingo y fiestas consistían en paseos por los magníficos jardines públicos (o por medio chelín en los jardines de algún gremio) donde se les ofrecía beber leche de las vacas sueltas o sidra en algún gabinete dispuesto en el jardín.

En 1800 los londinenses mostraban un decidido interés por la educación esmerada, fomentaban a los artistas en las muchas sociedades que habían constituido, buscaban ilustrarse viajando y financiaban establecimientos científicos, a la vez que se interesaban por la política, mientras en su ciudad se perfeccionaban en las obras de acero y se diversificaban sus fábricas que junto al numeroso comercio, hacían del país “representar un papel respetable en el sistema político de Europa”. 


domingo, 9 de febrero de 2014

Juegos de niños


Niños cogiendo fruta
¿Son los juegos infantiles herencia de siglos? ¿a qué jugaban los niños antiguamente? Estas y otras preguntas nos las hemos podido hacer en algún momento.

Como respuestas a estas preguntas, y si nos centrándonos en  el año 1800, que es sobre lo que trata este blog, diferentes fuentes nos pueden ilustrar sobre estas cuestiones. Así tenemos el libro “Lícito recreo” escrito a finales del siglo XVIII, los aleluyas o aucas que ilustraban juegos de esos años y de los que ya hemos hablado, los relatos del escritor José María Blanco White sobre su infancia y la iconografía del pintor Francisco de Goya, nos muestran el amplio y variado repertorio de diversiones infantiles.
Niños jugando a pídola

Las calles, plazas y lugares públicos de pueblos y villas eran espacios para divertirse al tejo, que se lanzaba derribando un objeto puesto a distancia, y donde los recursos disponibles como huesos de frutas, palos, piedras o ramas, se utilizaban para demostrar habilidades como fuerza o agilidad. 

Pero también era frecuente jugar a pídola (saltar por encima de los jugadores), las gigantillas (subirse encima de otros), el columpio, balancín,  salir al campo, volar cometas, pasear buscando animales y plantas, trepar a los árboles, coger fruta, coger nidos, colgarse de las ramas o bañarse en los ríos y arroyos.

Niños inflando una vejiga
Niños jugando al balancín
En las romerías y fiestas predominaban los juegos de “corro” con canciones, (como la gallina ciega), junto con los juegos de pelota (juego de la pelota con pala), cucañas y competiciones donde la destreza física y la habilidad eran la estrategia para conseguir un premio.



Los juegos de naipes, fueron muy comunes entre niños y jóvenes imitando a las diversiones de los mayores, como también "juegos de toros" y "juegos de soldados".
Niños jugando a toros

En los años de finales de siglo XVIII los jóvenes se ocuparon y entretuvieron “para pasar divertidas las largas noches del invierno” recitando letrillas, cantando con la guitarra y bailando, resolviendo adivinanzas y  acertijos, y retando con los “juegos de prendas”, que consistían en trabalenguas y representaciones mímicas en donde la equivocación se castigaba con la entrega de una prenda por parte del perdedor.

Influenciados durante todo el siglo XVIII por las costumbres y modas italianas y francesas, que se consideraban más refinadas, sobre todo en los ambientes cortesanos, "el juego de las estatuas", mostraba la afición por la dramatización y las imitaciones.

Lejos aún de la industrialización y la tecnología, los niños de familias acomodadas podían disponer de algunos juguetes de loza, de barro, de madera, miniaturas, muñecas, que se vendían en las ferias de nuestro país y se fabricaban en grandes ciudades (Cádiz , Sevilla), llegando  incluso a venderse juguetes de Francia o Alemania como eran las “cajitas de juegos de escultura para niños”.

Para 1800 aún no se había popularizado el caucho y se hablaba de la goma o resina elástica como una sustancia venida principalmente de Brasil y utilizada desde antiguo en el continente americano, que era llamada cautchuc y decían “los  americanos le dan cierta preparación hacen pelotas que botan extraordinariamente y otros juguetes pueriles”.

Dos siglos después, los juguetes y los juegos de niños han variado mucho y los escasos espacios abiertos en las ciudades, junto a la publicidad y tecnología han marcado tendencia y nuevos intereses, que hacen que muchos juegos tradicionales, que han perdurando siglos, en  tan solo unos años estén considerados desfasados, llegado a formar parte del patrimonio cultural de otros tiempos.











domingo, 2 de febrero de 2014

En la "revolución química"

Sistema de los Conocimientos Químicos
Cuando en 1800 Fourcroy escribe  “Système des Connaissances Chimiques” (Sistema de los Conocimientos Químicos) desarrollando las enseñanzas de Lavoisier, hacía sólo seis años que el célebre maestro había sido guillotinado por la Francia revolucionaria.

Con Lavoisier comenzó la denominada “revolución química”, que comportaba una novedosa práctica, que consistía en realizar las medidas de todo lo que se empleaba (utilizando termómetros, balanzas, gasómetros, barómetros, etc.), llevando sus resultados con minuciosas y precisas anotaciones.

Pero Lavoisier era considerado el químico más célebre en 1800, no solo por la metodología que empleó para sus descubrimientos sino que además escribió informes y estudios de gran importancia, como su”Tratado Elemental de Química” (publicado en España en 1798) en el que exponía las ideas básicas de la nueva química, y que está considerado el primer libro moderno de esta ciencia.

Su teoría más revolucionaria y que le hizo famoso fue la negación de la “teoría del flogisto”, que era  propuesta en el siglo XVIII, y que defendía la existencia de una sustancia liberada por un sólido bajo la acción del fuego, explicando la pérdida de masa después de la combustión. Pero Lavoisier demostró mediante experimentos que algunas veces la masa del residuo era mayor después de la calcinación, por lo que rebatía la “teoría del flogisto”.

 “Los físicos y todos los que se dedican al estudio de la filosofía natural, saben que la revolución que ha experimentado la química de algunos años a esta parte, se debe a Mr. Lavoisier”.

No obstante la revolución química y el espectacular avance en estas ciencias, hacia 1800, se debe a también a otros científicos y descubrimientos destacados de esos tiempos, como los hermanos Elhúyar españoles, descubridores del wolframio (tungsteno) en 1783 o  el francés Berthollet que en 1789 fue el primero en fabricar lejía. Se descubrieron nuevos metales como el circonio en 1789 o el  titanio en 1791. El químico Conté en 1795 inventó el lápiz similar al actual (grafito y arcilla rodeado de madera). Poco antes de 1800 Lebon inventó la lámpara de gas, Volta da a conocer la pila eléctrica en 1800, año que se identificó el monóxido de carbono como un compuesto de carbono y oxígeno, Cruickshank inventó la pila de artesa en 1802, Dalton en 1803 expone su famosa teoría atómica, etc. Descubrimientos  sin precedentes.

Después de refutar algunas teorías del siglo XVIII, para principios del siglo XIX la “revolución química” había comenzado: se disponía de una nueva nomenclatura química, se habían descubierto y aislado nuevos elementos, se difunden modernas teorías químicas, todo ello experimentado con meticulosidad y divulgado entre los demás científicos. Se llega a un progreso de las ciencias indispensable que facilita que en los siguientes años se consiga lo que se dio en llamar un “manantial fecundo de descubrimientos”.