Tahití |
Tahitianos |
En 1800, Tahití era la principal isla de un bello archipiélago en el Pacífico Sur “de montañas que salen entre las nubes doradas con los rayos del sol, de dulce perfume de plantas aromáticas, de suaves colinas cubiertas de árboles de mil colores”.
Cuando llegaron los europeos, la asombrosa y sencilla belleza de este territorio la componían árboles frutales como cocoteros, plataneras, árboles del pan y otros vegetales, así como peces y aves de plumajes vistosos.
Sus habitantes eran de facciones agradables, diestros nadadores y buceadores, que iban desnudos de medio cuerpo para arriba, mientras otros vestían “una pieza de tela con un agujero en medio para meter por él la cabeza”
Sus hermosas mujeres sentadas sobre un madero fabricaban telas con las que vestir, batiendo con mazos cortezas fibrosas de moral y otras plantas.
Se ungían los tahitianos con aceite de coco mezclado con maderas aromáticas y se colgaban pedazos de cuarzo como adornos, a la vez que, en señal de distinción, se dejaban largas las uñas de los dedos y se tatúan todo el cuerpo representando grandes figuras.
Las casas se construían entre los árboles y se componían de chozas cubiertas de grandes hojas de plátano, donde se tendían o sentaban sobre la hierba o esteras para conversar, o dormir y algunos utilizaban sobre las esteras unos pequeños bancos de madera como almohada.
En sus danzas y representaciones teatrales se acompañaban con ritmos variados con la música de tambor.
Utilizaban habitualmente las canoas o piraguas para ir entre las distintas islas y su alimentación se basaba en frutas, cerdos, perros, gallinas, peces, raíces guisadas, así también consumían hasta embriagarse una bebida elaborada con las raíces de una variedad de pimienta llamada ava, que se maceraba en agua.
Cuando llegaron los europeos, la asombrosa y sencilla belleza de este territorio la componían árboles frutales como cocoteros, plataneras, árboles del pan y otros vegetales, así como peces y aves de plumajes vistosos.
Sus habitantes eran de facciones agradables, diestros nadadores y buceadores, que iban desnudos de medio cuerpo para arriba, mientras otros vestían “una pieza de tela con un agujero en medio para meter por él la cabeza”
Sus hermosas mujeres sentadas sobre un madero fabricaban telas con las que vestir, batiendo con mazos cortezas fibrosas de moral y otras plantas.
Se ungían los tahitianos con aceite de coco mezclado con maderas aromáticas y se colgaban pedazos de cuarzo como adornos, a la vez que, en señal de distinción, se dejaban largas las uñas de los dedos y se tatúan todo el cuerpo representando grandes figuras.
Las casas se construían entre los árboles y se componían de chozas cubiertas de grandes hojas de plátano, donde se tendían o sentaban sobre la hierba o esteras para conversar, o dormir y algunos utilizaban sobre las esteras unos pequeños bancos de madera como almohada.
En sus danzas y representaciones teatrales se acompañaban con ritmos variados con la música de tambor.
Utilizaban habitualmente las canoas o piraguas para ir entre las distintas islas y su alimentación se basaba en frutas, cerdos, perros, gallinas, peces, raíces guisadas, así también consumían hasta embriagarse una bebida elaborada con las raíces de una variedad de pimienta llamada ava, que se maceraba en agua.
En 1800, habían llegado hacía unos años a Tahití, balleneros y comerciantes, misioneros y expediciones que poco a poco fueron cambiando la forma de vida de todo el archipiélago.
Poco a poco se fue creando una rivalidad entre Francia y Gran Bretaña por el control de aquellas islas del Pacífico, que como sabemos acabó con el dominio de la primera y que dio lugar a la llamada Polinesia Francesa.
Hoy en día aunque Tahití no es el paraíso idílico que se presentaba a los primeros exploradores, sigue siendo una isla de gran belleza y una de las principales atracciones turísticas de la zona.
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