Riña en el mesón del Gallo. Goya |
Debido a las noticias que nos llega por la prensa o por la televisión, parece que todo el que puede intenta aprovecharse de la situación y sacar tajada en su propio beneficio. Ya en en 1800, también había quienes a través de varias modalidades de delito intentaban llenarse el bolsillo.
En aquel año se escribía que en Hamburgo se acaba de descubrir los manejos fraudulentos de una asociación que había tomado el título de Compañía de Comercio. Esta compañía fletaba navíos para la ciudad de Lubek pero los toneles que componían la carga, en lugar de mercancías, no contenían más que piedras y arena. El beneficio estaba en asegurar la carga y el navío, y el capitán (que iba de acuerdo) le hacía irse a pique. Esto se repitió diversas veces por la compañía, hasta que habiendo conseguido salvar varios toneles en el mar, no se halló en ellos al abrirlos más que piedras.
Existían también comerciantes que mezclaban la cochinilla, utilizada para obtener tinte, con polvos de cartas, con lo que se conseguía mayor peso en la venta.
En relación con la alimentación se llegaron a vender en aquellos años productos como harinas picadas o de mala calidad por panaderos y molineros, o carniceros que vendían animales y aves que habían muerto por enfermedad, o corrigiendo los vinos verdes o agrios con el venenoso oxido de plomo, tal y como se hacía en algunas bodegas y botillerías de París y Londres.
Se llegó incluso a vender mezcladas con el cardillo o targamina (una planta comestible y muy apreciada en guisos y ensaladas en nuestro país), otra especie de lechuga silvestre y que era indigesta.
Era normal encontrar en las ciudades gentes sin oficio ni beneficio, que robaban en las calles o en las casas, pero también había los que estafaban a incautos proponiéndoles fáciles negocios que franqueaban su confianza.
Había quienes insinuando amistades con altos cargos y grandes señores, o incluso haciéndose pasar por parientes de personajes ilustres, ofrecían falsos empleos o la posibilidad de facilitar favores a condición de que se les anticipara ciertas cantidades de dinero para recompensa de los servicios.
Una queja común entre los “Ilustrados” de la época, era la actuación de curanderos que se dedicaban a vender específicos (pócimas) que se decían contra todo tipo de enfermedades y que alargaban la vida. Similares protestas generaba la actuación de los llamados sacamuelas o compone-huesos, que recorrían las villas y pueblos de nuestro país.
Otra variedad de timadores llegaban a los pueblos, identificándose como viajeros venidos de las lejanas Persia o China, desde donde traían ciertas hierbas para precaverse de todos los riesgos o conciliarse en el amor.
También había personas que recurrían a mezcladores de metales y piedras preciosas con los que se obtenían joyas que afirmaban conseguir honores o riqueza, o incluso las propiedades de evitar ser mordido por víboras o perros rabiosos.
Los juegos de apuestas y juegos de pelota, trucos, bochas, etc. eran perseguidos por las autoridades, pero sobre todo los juegos de naipes en los que se robaba (y se decía mucho) a incautos utilizando la destreza en el movimiento de la baraja o marcas en las cartas y donde después acababa muchas veces en disputas y riñas.
Era también común encontrar dueños de varas adivinatorias con los que se encontraban metales y tesoros o incluso quienes decían que sabían hacer oro (y sin embargo siendo conocedores de esta ciencia, ellos no eran ricos).
Toda una variedad de pícaros y estrategias para lucrarse de manera ilegal.
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