Calorímetro. Instrumental del siglo XVIII |
“Hoy en la diversión de química económica casera de la calle de la Montera, …varios bailes, …. En la lección de química económica se demostrarán varias diversiones del gas oxígeno, tratando de algunas de sus propiedades, y los cuerpos de que se extrae con mayor abundancia este elemento, y se enseñará el modo de hacer los colores en líquido para pintar y escribir”.
Ya hemos comentado en una entrada anterior que la química experimentó una importante transformación durante el siglo XVIII, pero fueron los años finales de ese siglo los que conocieron un inusual desarrollo en las ciencias químicas tanto en contenidos como metodología experimental.
En nuestro país durante estos años de Ilustración y Sociedades Económicas, se percibió un mayor apoyo institucional, puesto de manifiesto en la mejora en la formación académica (nuevos planes de estudios) y cierta facilidad de recursos para la investigación (prestigiosos científicos extranjeros en nuestro país y formación fuera de España para algunos de nuestros científicos).
La utilidad pública de las ciencias químicas se dejaba notar en elementos tan variados como con la producción de cloro para el blanqueo de las telas o las exhibiciones de aerostática.
De ahí surgió un reconocimiento social a estas artes y a los que se dedicaban a ello. Se da un proceso de “popularización de la química” que hace que se dirija no solo a los estudiantes de universidades sino también a un público mucho más amplio y variado, que buscaba un conocimiento práctico y útil (para la mejora de agricultura o las manufacturas) o incluso una diversión en los experimentos que se les mostraba.
En 1800 el periódico Diario de Madrid, ofrecía asiduamente la información de un evento en la ciudad llamado “diversión de química económica casera” que, con varias funciones en el día y con una duración de algo más de una hora, ofrecía junto a representaciones teatrales o baile, un espacio para demostrar cómo limpiar los uniformes de paño blanco, quitar las manchas de hierro a todo género blanco de hilo y algodón, teñir de verde las maderas, hacer tintes caseros, elaborar elixir para el cutis que quita las arrugas, hacer carmín, experimentar con gases y “fuentes de fuego” o formar una luz artificial “tan resplandeciente como el sol”.
Una noticia de esta semana que aparecía en los medios de comunicación de nuestro país (“La ciencia se va de bares” decía el Mundo) exponía que científicos españoles se unían a una iniciativa desarrollada en varios países desde 2012, que ha ido "sacando a los investigadores de sus despachos para llevarlos a los bares y divulgar a que se dedican y por qué la investigación es importante". ¡Un ejemplo de estos tiempos de “popularización de la ciencia”!
Ya hemos comentado en una entrada anterior que la química experimentó una importante transformación durante el siglo XVIII, pero fueron los años finales de ese siglo los que conocieron un inusual desarrollo en las ciencias químicas tanto en contenidos como metodología experimental.
En nuestro país durante estos años de Ilustración y Sociedades Económicas, se percibió un mayor apoyo institucional, puesto de manifiesto en la mejora en la formación académica (nuevos planes de estudios) y cierta facilidad de recursos para la investigación (prestigiosos científicos extranjeros en nuestro país y formación fuera de España para algunos de nuestros científicos).
La utilidad pública de las ciencias químicas se dejaba notar en elementos tan variados como con la producción de cloro para el blanqueo de las telas o las exhibiciones de aerostática.
De ahí surgió un reconocimiento social a estas artes y a los que se dedicaban a ello. Se da un proceso de “popularización de la química” que hace que se dirija no solo a los estudiantes de universidades sino también a un público mucho más amplio y variado, que buscaba un conocimiento práctico y útil (para la mejora de agricultura o las manufacturas) o incluso una diversión en los experimentos que se les mostraba.
En 1800 el periódico Diario de Madrid, ofrecía asiduamente la información de un evento en la ciudad llamado “diversión de química económica casera” que, con varias funciones en el día y con una duración de algo más de una hora, ofrecía junto a representaciones teatrales o baile, un espacio para demostrar cómo limpiar los uniformes de paño blanco, quitar las manchas de hierro a todo género blanco de hilo y algodón, teñir de verde las maderas, hacer tintes caseros, elaborar elixir para el cutis que quita las arrugas, hacer carmín, experimentar con gases y “fuentes de fuego” o formar una luz artificial “tan resplandeciente como el sol”.
Una noticia de esta semana que aparecía en los medios de comunicación de nuestro país (“La ciencia se va de bares” decía el Mundo) exponía que científicos españoles se unían a una iniciativa desarrollada en varios países desde 2012, que ha ido "sacando a los investigadores de sus despachos para llevarlos a los bares y divulgar a que se dedican y por qué la investigación es importante". ¡Un ejemplo de estos tiempos de “popularización de la ciencia”!
No hay comentarios:
Publicar un comentario