Discurso sobre el luxo, BN |
El lujo y su instalación en la sociedad europea, llevó durante muchos años a posicionamientos encontrados que llegaban a ser irreconciliables.
Intelectuales y políticos, muchas veces encontraron en el lujo un factor que propiciaba el enriquecimiento y desarrollo de un país (fomentan la navegación y el comercio, las sociedades y la economía, las artes y la industria-manufacturas-), mientras otros lo consideraron un elemento para el deterioro económico (descenso de matrimonios y de población, demanda de productos extranjeros en detrimento de los nacionales, favorece la debilidad de los trabajadores y el paro) y moralmente perjudicial (fomenta la vanidad y favorece motivos para delinquir, promueve el consumo jactancioso y el capricho, y produce desorden).
Encontramos así durante el siglo XVIII dos posturas contrarias que se plasmaron en artículos, cartas, tratados, discursos y escritos. El “Discurso sobre el lujo” que fue publicado en 1800 y que en este blog os presento es un ejemplo muy significativo de uno de estos posicionamientos y que nos ayuda a reflexionar sobre un tema de extenso debate en aquellos años:
“Luego que el dinero se hace el objeto exclusivo de los votos de la mayor parte de los miembros de un Estado, no puede darse un móvil más poderoso que el deseo de adquirirlo.”
“Las necesidades imaginarias y de cada instante renacen, impiden muchas veces que el hombre rico propague su especie. Ve que una esposa le aumentaría considerablemente sus gastos y que una familia numerosa perjudicaría a la fruición de sus caprichos, y así el nombre de padre le hace estremecer. Se destina, por fin, al celibato, y se abstiene de dar el ser a los que cree que iban a disminuir sus comodidades”.
“El lujo colma la sociedad de desórdenes, pues donde está él, se ve al libertinaje, a la prostitución, y al adulterio, caminar con la frente erguida, y no temer, ni a la censura pública, ni a las leyes”.
“De aquí tantos gastos en frivolidades, tantos placeres costosos, tantos gustos fantásticos, y tantas modas pasajeras, que a cada momento se ven nacer y desaparecerse”.
“Todo muda sin cesar, todo se desnaturaliza y se deprava para agradar al hombre, o mejor diría a niños, que a cada momento piden juegos nuevos”.
“El lujo disminuye la población: quita a los campos una multitud de manos útiles, que prefieren la vida muelle de las ciudades opulentas a los trabajos penosos de la reja y de la azada”.
“Los hombres menosprecian la industria de su patria, y aún de sus propias manufacturas solo estiman aquellas que son raras y muy difíciles de adquirir”.
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