El ser humano ha tenido inquietud desde muy antiguo por conocer los misterios del mar y ha intentado desde siglos atrás navegar bajo su superficie. Pero han sido el interés estratégico y el potencial militar los que han conseguido los mayores avances en este terreno
Desde el siglo XVII, se habían realizado serios intentos de construir “submarinos”, que básicamente se constituían como barcas que se cerraban y se trataban de sumergir fácilmente.
Estos “submarinos” eran ideados para realizar misiones de reconocimiento y eran manejados con una tripulación que podía respirar desde el fondo con cañas o tubos.
De ahí se fueron construyendo diversos diseños de botes de madera, algunos incluso forrados de piel de cabra engrasada, y hasta se llegó a construir un sumergible para una persona con forma de esfera que estaba forrado con planchas de cobre y que era manejado con pedales para poder desplazarse.
Todos estos inventos se fueron presentando a gobiernos y gobernantes con el propósito de ponerlos en funcionamiento y conseguir modernas naves que pudieran pasar inadvertidas a los navíos enemigos y así poder hundirlos.
Es a finales del siglo XVIII, (1799-1800) cuando el inventor estadounidense Robert Fulton ofrece a Napoleón (obsesionado con el poderío naval) su invención: un revolucionario y moderno barco-pez: “el Nautilus” (del griego “nautilos” marinero).
Este hidrodinámico invento, tenía forma elipsoide y estaba construido con casco de madera al que se le desplegaba una vela en la superficie. Hay que destacar que el Nautilus era el primer submarino en contar con sistemas independientes para la navegación en superficie y en inmersión (aunque era muy limitada).
En España el 21 de agosto de 1800 aparecía en “El Correo Mercantil de España y sus Indias” la noticia de las experiencias hechas con este invento en el río Sena y que causó una gran expectación:
“La experiencia de un barco que ellos llaman Barco-pez”
“Fue sumergido este Barco enteramente ocho veces, y otras tantas se elevaron por sí mismo a la vista del público que quedó tan satisfecho como sorprendido”.
“Durante un espacio de tiempo bastante considerable estuvo casi todo sumergido, excepto la abertura que tiene en figura de tonel que se eleva cerca de dos pies sobre el barco. Por esta abertura se baja a lo interior de él”.
“Cuando quieren de repente bajar al fondo del río y desaparecer, tapan la abertura, se sumergen enteramente y pierden así toda comunicación con el aire exterior”.
“De los inventores de esta ingeniosa máquina tres han bajado al fondo del barco, y han permanecido dos horas y media que duró la experiencia, a la que ha asistido el prefecto en un barco que se acercaba o alejaba conforme se necesitaba para observar mejor”.
El empresario Fulton ofreció este invento primero a los franceses y después a los ingleses, pero por diversas circunstancias ambos gobiernos no estuvieron lo suficientemente interesados.
Fulton continuó con otros diseños y empresas que le dieron un mayor éxito y en cuanto al submarino necesitó que pasase más de un siglo y algunos nuevos diseños para que los gobiernos lo considerasen un invento de utilidad estratégica y funcional.
Desde el siglo XVII, se habían realizado serios intentos de construir “submarinos”, que básicamente se constituían como barcas que se cerraban y se trataban de sumergir fácilmente.
Estos “submarinos” eran ideados para realizar misiones de reconocimiento y eran manejados con una tripulación que podía respirar desde el fondo con cañas o tubos.
De ahí se fueron construyendo diversos diseños de botes de madera, algunos incluso forrados de piel de cabra engrasada, y hasta se llegó a construir un sumergible para una persona con forma de esfera que estaba forrado con planchas de cobre y que era manejado con pedales para poder desplazarse.
Todos estos inventos se fueron presentando a gobiernos y gobernantes con el propósito de ponerlos en funcionamiento y conseguir modernas naves que pudieran pasar inadvertidas a los navíos enemigos y así poder hundirlos.
Es a finales del siglo XVIII, (1799-1800) cuando el inventor estadounidense Robert Fulton ofrece a Napoleón (obsesionado con el poderío naval) su invención: un revolucionario y moderno barco-pez: “el Nautilus” (del griego “nautilos” marinero).
Robert Fulton |
El Nautilus |
Este hidrodinámico invento, tenía forma elipsoide y estaba construido con casco de madera al que se le desplegaba una vela en la superficie. Hay que destacar que el Nautilus era el primer submarino en contar con sistemas independientes para la navegación en superficie y en inmersión (aunque era muy limitada).
En España el 21 de agosto de 1800 aparecía en “El Correo Mercantil de España y sus Indias” la noticia de las experiencias hechas con este invento en el río Sena y que causó una gran expectación:
“La experiencia de un barco que ellos llaman Barco-pez”
“Fue sumergido este Barco enteramente ocho veces, y otras tantas se elevaron por sí mismo a la vista del público que quedó tan satisfecho como sorprendido”.
“Durante un espacio de tiempo bastante considerable estuvo casi todo sumergido, excepto la abertura que tiene en figura de tonel que se eleva cerca de dos pies sobre el barco. Por esta abertura se baja a lo interior de él”.
“Cuando quieren de repente bajar al fondo del río y desaparecer, tapan la abertura, se sumergen enteramente y pierden así toda comunicación con el aire exterior”.
“De los inventores de esta ingeniosa máquina tres han bajado al fondo del barco, y han permanecido dos horas y media que duró la experiencia, a la que ha asistido el prefecto en un barco que se acercaba o alejaba conforme se necesitaba para observar mejor”.
El empresario Fulton ofreció este invento primero a los franceses y después a los ingleses, pero por diversas circunstancias ambos gobiernos no estuvieron lo suficientemente interesados.
Fulton continuó con otros diseños y empresas que le dieron un mayor éxito y en cuanto al submarino necesitó que pasase más de un siglo y algunos nuevos diseños para que los gobiernos lo considerasen un invento de utilidad estratégica y funcional.
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