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sábado, 13 de julio de 2013

"Callejeros Viajeros": China 1800

Emperador Jiaqing
Estaba China en 1800 regida  por el emperador Jiaqing, quinto soberano de la dinastía Quing (Ching), y cuyos miembros eran originarios de Manchuria.

Ya desde el siglo XVIII, China era un país famoso por sus variadas minas, por la sal, las hierbas medicinales, la canela y por la excelencia de sus manufacturas de tejido además de las porcelanas.

País basado en la agricultura, el arroz se consideraba un manjar y se aplicaban especialmente a su cultivo, además del trigo, avena, mijo, guisantes y habas. Donde también abundaban sus ricas frutas, sobretodo eran preciados las naranjas, los melones, el litchi (especie de dátil), el polomie (fruto peculiar y de gran tamaño). Muy común entre el pueblo era el cultivo del  petsai (col china) que acostumbraban a mezclar con el arroz llegando a dulcificarlo. 

El té era la bebida más popular en las comidas y lo empleaban también para uso medicinal “En Europa se han hecho diferentes tentativas para criar este árbol, pero al parecer hasta aquí sin ningún suceso”.

Las ciudades chinas estaban edificadas sobre un mismo modelo, con forma cuadrada y rodeadas de murallas de elevada altura, con dos grandes calles que se cruzaban formando una plaza. Cuando llegada la noche se cerraban las puertas y todas las barreras que había en las extremidades de cada calle.

Las casas eran de techo bajo y  extremada sencillez. Eran las casas  de los poderosos más destacadas por su extensión que por la suntuosidad, estando constituidas con galerías y puertas muy macizas, y  consistiendo en un vestíbulo abierto por todas partes, destinado a recibir visitas (una costumbre no permitía pasar a extraños en el interior de la casa), un salón y tres o cuatro aposentos.

 “Los chinos critican mucho la muchedumbre de nuestras habitaciones, y se acobardan solamente de oír la altura que tienen nuestras escaleras. Por eso dicen que es nuestro modo de edificar muy bárbaro”.

Los muebles de viviendas se reducían a biombos, mesas, sillas de madera o juncos, grandes linternas de seda, colgadas del techo y una especie de cuadros que incluían varias sentencias, escritas con caracteres gruesos sobre pedazos de raso blanco (letras chinas).

Siendo moderados en sus edificios particulares, en el caso de las construcciones públicas hacían uso de una extraordinaria ostentación en los puentes, caminos públicos o en los templos, así como el palacio del emperador (el edificio más sobresaliente de todos).

Entre las grandes ciudades, destacaban Nan-King que contaba con cuatro millones de habitantes y un poblado puerto o Quang-tcheou (Guangzhouwan) que le debía su mayor opulencia a la llegada de los navíos extranjeros y principalmente de los de Europa.

Son además muy laboriosos sus habitantes y bastante activos y diligentes. Imitan con una facilidad increíble cuantas obras ven de los extranjeros y ejecutan primorosamente todos los diseños que se les presentan”.

En Pekín se encontraba la  residencia de los emperadores y era una ciudad muy populosa, en sus calles había gentes de todas partes,  junto a caballos, camellos y otras bestias de carga.

Los chinos eran considerados por lo general animosos y de extremada dulzura para el trato, además de ser gentes con mucha afición a las ciencias.

Las tertulias, bailes, visitas y paseos nocturnos, no eran muy bien acogidos considerándolos “propios de bandidos y de la vil canalla”. En cuanto a las posadas eran muy raras en los caminos y solían estar mal provistas.

Viajaban comúnmente los chinos sobre caballos, mulas o camellos y algunas veces en litera. En las ciudades se servían de “sillas de manos” que llevaban dos o cuatro hombres sosteniendo los palos sobre las espaldas. “En los caminos y puertos son portadores los que se emplean para llevar las cargas”.






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