La harina se compra por kilos y el aceite por litros, y esto es así en la mayor parte del mundo, pero para llegar hasta aquí (utilización del sistema métrico decimal) han pasado años de dilatados acuerdos entre países y diversas leyes nacionales.
Desde la antigüedad medir ha sido una necesidad cotidiana para el hombre, pues expresaba con ello diversas actividades o elementos de su entorno.
Los sistemas de longitud, derivaron de las dimensiones del cuerpo humano (codo, pie), las medidas de capacidad para líquidos o sólidos provenían de los recipientes que los contenían y las medidas de superficie o agrarias, se expresaban de acuerdo al tiempo que se empleaba para trabajar el terreno o según la cantidad de grano que se necesitaba para sembrar la tierra.
Se vendía el queso o cacao en quintales, la harina y el pescado en libras, el trigo en celemines, las lentejas en fanegas, el arroz y el vino en arrobas, el aceite en pipas, la sal en lastres así como las telas en varas y las casas y los solares se medían por pies.
En 1800 se encontraba nuestro país en una situación complicada pues Sevilla, Cádiz, Barcelona, Bilbao, Madrid, entre otras ciudades, tenían unidades de medida y sus derivados distintos (diferentes nombres y significado), pero esa pluralidad no solamente se refería a los muy desiguales nombres para referirse a las unidades métricas, sino que también existía la complejidad de que una misma denominación (celemín, fanega) servía para reflejar magnitudes distintas de un pueblo a otro.
"Son tan diferentes las medidas de agrimensores que se usan en Castilla y en los demás reinos de la monarquía española, que dificultosamente se puede formar un sistema universal de ellas".
Sabiendo el obstáculo que esta situación suponía para el comercio y el progreso de un país (pues llevaba a frecuentes equivocaciones y a informes con datos poco precisos que producía fraudes) desde siglos atrás habían existido intentos de unificar esa gran diversidad de pesos y medidas (con poco éxito por cierto) tanto para la recaudación de impuestos como también para ajustar las cantidades de los artículos o géneros con los que se trataba.
"En algunas partes se mide el trigo y demás granos colmado, y en otro raso. Este los mide a pala cargada, aquel a pala suelta".
Una de las últimas reformas para ajustar los patrones y así establecer una uniformidad y un intento de unificación de pesas y medidas fue la Real Orden de Carlos IV promulgada el 26 de enero de 1801 sobre “Igualación de pesos y medidas para todo el Reino”
Esta ley trató de llevar a efecto la igualación de los pesos y medidas en todos sus reinos y señoríos, y fue el último intento antes de apoyar la implantación del sistema métrico decimal propuesto por Francia.
Ejemplos de los distintos patrones de medida que intentó establecer esta orden fueron: de longitud el pie o la vara, de extensión la fanega o el celemín, de áridos el cahíz o la fanega, de líquidos la arroba o el azumbre, de aceite la arroba o la libra y de pesos la libra o el quintal.
Ya por último en 1849 se promulga una nueva ley en la que España adopta oficialmente el sistema métrico decimal, unificándolo a otros países, y que llevó a un largo proceso hasta su “normalización” a finales del siglo XIX.
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