Federico II (Prusia) examinando un cultivo de patatas |
Esta planta que era cultivada por los indios de los Andes, fue llevada a España en el siglo XVI como curiosidad botánica tras la conquista americana, y es que se debieron dar diversas circunstancias para que la población europea la aceptara como alimento de consumo habitual.
Inicialmente tuvo un uso como planta ornamental ya que la refinada aristocracia europea admiraba la flor de la patata, pero consideraba que los tubérculos de esta planta sólo eran aptos para animales e indigentes, de forma que se utilizaron como alimento de cerdos (complementando a las castañas) y otros animales.
Los campesinos consideraban la patata insípida y creían incluso que era venenosa. Fueron, sin embargo, los marineros los primeros en apreciar la patata como alimento para consumir durante sus largas travesías.
Su popularización como alimento para las personas no llegó hasta bien entrado el siglo XVIII. Así pues, durante sus dos primeros siglos en Europa la patata fue poco más que una curiosidad que crecía en los huertos de monasterios, nobles, universidades y en algunos jardines. No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XVIII que se cultivó en muchos campos del norte de Europa, aceptada con desconfianza por los campesinos e incitados por los gobernantes que veían en este tubérculo la solución a los problemas de hambruna en los campos y ciudades.
Uno de los más destacados divulgadores de la patata, fue el agrónomo francés Antonio Augusto Parmentier, que observó en Prusia como gracias a ellas se salvaban de morir de hambre muchas personas y llegó al rey para ofrecerle las excelencias de este tubérculo. Parmentier tratando de promover el consumo de este tubérculo escribiría a finales del siglo XVIII, un libro titulado “El tratado de la patata” en cuya presentación ofrece al rey un banquete hecho exclusivamente con patatas cocinadas de diferentes formas.
En España, las grandes áreas de cultivo de la patata se establecieron en las zonas que primero recibieron a los barcos que llegaban del Nuevo Mundo. Por ello fueron Andalucía y Galicia, primero y el País Vasco, después, donde antes se tienen referencias de plantaciones y calidades de esta planta (también Canarias), extendiéndose posteriormente por el resto de España, y convirtiéndose en recurso alimentario de primer orden entre el campesinado del norte de nuestro país, región donde escaseaban los cereales, que eran la base de la alimentación (pan, gachas).
Las Sociedades Económicas de nuestro país, ayudaron a divulgar el cultivo de la patata y especialmente contribuyeron para que la gente perdiese el miedo a consumir este alimento.
Hacia 1800, las Sociedades Económicas y la prensa se esforzaban en divulgar el consumo y producción de patata en nuestro país convocando premios al mayor recolector o publicando artículos sobre la utilidad, plantación, producción y consumo de la patata en otros lugares de Europa.
De esta manera también había quienes reducían la pulpa de la patata a harina y la mezclaba con trigo para hacer un pan más barato.
El proceso de asimilación de la patata en Europa como alimento humano ha sido lento, pero posible gracias a una producción de este tubérculo más fácil y económica que los cereales y también a la posibilidad de cultivarlo en zonas donde no se daban éstos, todo ello en una época de hambrunas y extrema necesidad de alimentos.
No fue hasta mediados del siglo XIX que se llegó a disfrutar de las tan sabrosas patatas fritas, ya que antes sólo se consumían asadas bajo ceniza, cocidas a la irlandesa (con agua y sal), al vapor de agua y al horno.
La patata es hoy una de las plantas alimenticias más importantes del mundo (después del arroz, trigo y maíz), que con su alto valor nutritivo y su facilidad de cultivo ha paliado el hambre de numerosos pueblos a lo largo de la historia y es por ello que Naciones Unidas declaró el año 2008 como el Año Internacional de la Patata, destacando su contribución en evitar la malnutrición y el hambre.
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