Desde hace pocos años, nuestra
“moderna” sociedad industrializada realiza reuniones, foros y conferencias para
intentar proteger la naturaleza, y como
resultado de estos encuentros, en el mejor de los casos, se acuerdan
“tratados”, que pensamos son consecuencia de nuestra “actual” conciencia ecológica.
Valle de Dedham (Dedham
Vale),1802
John Constable
Museo Victoria y Alberto,
Londres, Reino Unido
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Uno de los encuentros más
importantes para intentar solucionar los problemas ambientales fue la “Cumbre para la Tierra” de 1992, en Río de
Janeiro, en el que 172 gobiernos se reunieron y aprobaron acuerdos que, junto a
otros temas, pretendían la conservación y ordenación de nuestros recursos
naturales, la protección de la atmósfera, la prevención de la deforestación y
el fomento de la agricultura sostenible.
Pero esta conciencia ecológica ha experimentado
una serie de altibajos a lo largo de la historia en nuestra sociedad
occidental, no olvidemos como dice Leonardo Boff en alguno
de sus escritos en Koinonia,
que muchas tribus “salvajes” han tenido de siempre un respecto hacía la
naturaleza y a la conservación del medio ambiente al que todavía no hemos
llegado en nuestra sociedad desarrollada.
No obstante, una voz de alarma
sobre la degradación que estaban sufriendo los bosques, y el consiguiente
cambio climático, ya aparecía en España en varios artículos de 1800 del “Semanario de
Agricultura y Artes”.
Cadet de Vaux (químico y farmacéutico francés) realizó en 1788 un discurso titulado “Sobre la disminución progresiva de las
aguas”. La prensa española de la época se hizo eco publicando dos artículos
de este autor junto a un informe de la Sociedad de Ruan (Francia) relativa al abuso
en el consumo de leña, además de un comentario extenso relatando ejemplos de algunos
lugares de España que estaban sufriendo estos efectos y que estaba dirigido a
la conservación de los ya desforestados bosques de nuestro país (y en el que el
autor llama a tomar medidas contra la desaparición de los montes y a fomentar la
conservación de los manantiales).
Glaciar y manantial del
Arveron, 1803
Joseph Mallord William
Turner
Colección Privada Paul
Mellon, Upperville, Estados Unidos
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Los textos que os presento a
continuación están sacados de los artículos anteriormente mencionados y como
veréis no tienen desperdicio, pues a pesar del paso del tiempo siguen siendo de
plena actualidad más de doscientos años después:
“Los montes se
van disminuyendo diariamente”.
“El hombre, …. disminuye el calórico que conservan
los montes, le quita estos grandes abrigos puestos por la naturaleza en la cima
de las montañas, y desnudado de este modo el
globo muda la naturaleza de la atmósfera, …de lo que nace la esterilidad de
los terrenos anteriormente fecundos”.
“Las comodidades
del lujo se convierten en necesidades, la industria se ocupa incesantemente en crear nuevos placeres para el rico siempre dispuesto a pagarlos y el interés personal hace callar a la
previsión y al bien general”.
“La necesidad más imperiosa de las subsistencias
destina al cultivo una gran porción de terreno, y por todas partes los bosques se van convirtiendo en campos
de mieses”.
“Desempeñemos nosotros como simples ciudadanos otras obligaciones más
fáciles: consideremos que cada árbol que plantemos y cada trozo de leña que
ahorremos es una ofrenda hecha a nuestro país y un beneficio a nuestros hijos”.
“Los viejos,
…se empeñan en que se han invertido las
estaciones, y es así efectivamente, y tienen la culpa de ello los hombres”.
“Enséñeseles
(a los niños) con las primeras letras a sembrar, criar y trasplantar los
árboles, y ellos los sabrán estimar toda la vida”.
Aunque se han dado pasos
para que logremos mantener una relativa “armonía” Naturaleza-Hombre, hay veces
que parece que seguimos sin enterarnos de la necesidad de poner de nuestra
parte para mejorar este ya deteriorado medio ambiente. Espero que quizás dentro
de otros doscientos años dejemos de hablar de los mismos temas.
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