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domingo, 30 de junio de 2013

Carlos IV, rey en 1800

Carlos IV en 1800

Don Carlos quarto, que felizmente reyna”. Así se le nombraba en la cronología de los reyes de España, del  ”Kalendario Manual y Guía de Forasteros en Madrid para el año de 1800”.

En 1800 Carlos IV (quinto rey de España de la dinastía de los Borbones), tenía cincuenta y dos años y llevaba ya doce años de reinado. Había nacido en Nápoles el 11 de noviembre de 1748, hijo de Carlos III de España y María Amalia de Sajonia.

Casado con su prima María Luisa de Parma, a la muerte de su padre accedió al trono con cuarenta años de edad, y heredó la Corona española y un imperio colonial, con todos los poderes del Estado, propios de una monarquía absoluta.

Entre la Corte era considerado un hombre bondadoso, pero con pocas facultades para gobernar la nación que había heredado, dejando su poder en manos de secretarios de Estado (Floridablanca, Aranda y Godoy), y siendo muy influenciado por su temperamental mujer debido a la debilidad de su carácter.
Carlos IV con traje de caza

Se le ha conocido como un rey mediocre, pero también es cierto que le tocó reinar en nuestro país en unos momentos difíciles de la historia, y fue  superado por las circunstancias históricas, marcadas entre otros factores por  la situación surgida de la Revolución francesa (era primo del guillotinado rey Luis XVI) que le influirá en su política interior y exterior.

Considerado un rey de gustos sencillos, entre sus aficiones se destacó su afición a la caza, por lo que se le apodó en la historia como “el Cazador”.

Otra de sus facetas fue la de coleccionista, rodeándose de porcelanas y tapices en los Reales Sitios (palacios reales de  primavera  en Aranjuez, de verano San Ildefonso, de otoño en el Escorial y de invierno el Palacio Real).

Le gustaba montar relojes, y coleccionarlos fue una de sus pasiones. En pintura tuvo predilección sobre todo por cuadros históricos y de paisajes, y en la música destacó su preferencia por las obras de piano y violín.

Tras el Motín de Aranjuez, abdicó en 1808  a favor de su hijo Fernando, y poco después al recuperar la Corona en Bayona, cedió todos los derechos a favor de Napoleón.

Tras la derrota de  este último y la restitución de la Corona a su hijo Fernando VII, sufrió el destierro en Italia, hasta su muerte en Roma en el 20 de enero de 1819.

domingo, 23 de junio de 2013

Diversiones públicas 1800

Jovellanos decía que había que diferenciar entre “diversión” (que requiere participación) y “entretenimiento” (que se recibe de manera pasiva), de forma que cada una de estas actividades era apropiada para un tipo de personas según su ocupación. Así a las personas que vivían de su trabajo directo, (clase baja mayoritariamente) no necesitaba  que el Gobierno le divierta, pero sí que les dejara divertirse. Por el contrario las personas que vivían de sus rentas, debían tener acceso a espectáculos que los alejen de costumbre “perniciosas”, que a su vez los mantengan en sus lugares de origen y no tengan la tendencia a concentrase en las capitales.

La gallinita ciega - Goya
Las grandes ciudades ofrecían diversiones más “artificiosas”, a diferencia de los pueblos (donde los espectáculos eran más sencillos) y es por ello que los ricos de los pequeños pueblos se acercaban a las “capitales”  buscado de unos espectáculos que no podían disfrutar en sus lugares de origen. Así llegó a ser habitual la existencia de forasteros que llegaban a Madrid, y que se hallaban en la Corte “sin destino”, buscando la  libertad y diversión que no había en los pueblos. Eran especialmente populares los teatros o casas de comedias donde se representaban diversas obras de teatro, y ocasionalmente saraos públicos o bailes nobles.

Cada año las festividades de Navidad y Carnaval eran las épocas más apropiadas para las diversiones públicas y donde se podían llegar a concentrar el mayor número de actividades de esparcimiento, tanto para ricos como para pobres.


Las máscaras y disfraces sobre todo en época de Carnaval eran diversiones de gran afluencia, especialmente en otros países como Italia, pero que en España eran muchas veces desaprobadas por las autoridades, llegando incluso a ser prohibidas (por los excesos y desórdenes que se temía podían llegar a ocasionar). Sin embargo, esta actividad contaba con tal apego entre el pueblo que en muchas circunstancias llegaba a desoír los “avisos” y “bandos” que se promulgaban, y buscaba la burla y el desenfado en los disfraces, en el baile y el recreo. De esta forma, a veces a las autoridades no les quedaba más remedio que “tolerarlas”. “bando de los alcaldes en nombre del rey para no perturbar durante la navidad, panderos e instrumentos rústicos se permiten, pero no mascaras y disfraces, ni palos

En las fiestas se podían encontrar los llamados juegos escénicos como teatros callejeros, los mimos y las actuaciones de saltimbanquis que mostraban sus habilidades y realizaban juegos ante un público deseoso de sorprenderse congregado en las plazas y otros lugares concurridos. Las carreras de caballos, gansos y gallos, además de  las competiciones de saltos y carreras de jóvenes y niños eran diversiones para las ocasiones festivas. Juegos como los zancos, las soldadescas (desfiles de soldados), las comparsas de moros y cristinos y otros juegos como la cucaña o similares, en los que se realizaba una demostración de habilidades y fuerza frente al contrario eran practicados por las gentes de los pueblos.
Los zancos - Goya

Las Romerías, se realizaban en muchos pueblos, donde las gentes en devoción se acercaban a un santuario cercano y celebraban con misa y merienda el día de fiesta. También allí  se hacían juegos de palos y bailes, acompañados de música con tamboriles.
Merienda campestre- Goya

En las ciudades, los cafés o “casas de conversación”, eran un refugio diario de gentes acomodadas que encontraban en estos lugares el esparcimiento diario en forma de juegos más tranquilos y sedentarios. Se practicaban juegos como los naipes, el ajedrez, las damas y el chaquete (juego parecido a las “damas” que se jugaba con la ayuda de unos dados), los juegos de “trucos” y el billar. Eran también lugares donde se encontraba ocasión para la lectura de papeles públicos y periódicos, donde se realizaban conversaciones instructivas entre los asistentes, se acordaban y realizaban negocios y los asistentes podían conocer temas de interés general.

Las Maestranzas (sociedades de caballeros que se ejercitaban en la equitación y que fue, en su origen, escuela del manejo de las armas a caballo, que venía de la época medieval) desfavorecidas desde hacía tiempo,  habían perdido gran parte de su disciplina y decoro. Se practicaban aún  juegos llamados los manejos, parejas, juegos de cañas, de sortija, de estafermo (Muñeco giratorio, armado con un escudo y unas bolas o saquitos de arena, al que los jinetes de los juegos caballerescos antiguos procuraban herir con una lanza sin que aquel los golpeara), de cabezas, de alcancías (Bola hueca de barro seco, llena a veces de ceniza, que se arrojaban unos jinetes a otros en la antigua diversión de correr o jugar alcancías.), y semejantes.

Los jugadores de naipes - Goya
Para las gentes más llanas, las tabernas ofrecían, además del vino y aguardiente, la posibilidad de juegos de cartas o naipes, que eran en 1800 una de las diversiones más habituales cuando se juntaban un grupo de amigos o conocidos.

La caza del jabalí, de liebres, de conejos o de aves era una actividad lúdica, generalmente más habitual entre la clase más acomodada, y en el que una vez acabada la corrida del monte, los cazadores, se juntaban a comer y hablaban sobre la montería y otros temas de interés común.  La pesca  era también una actividad habitual entre muchos habitantes que tenían en su población un río cercano.

Había entre algunas gentes afición a juegos públicos “de pelota”, muy habituales y de tradición entre niños y jóvenes sobre todo en el País Vasco: los juegos de bolos, las bochas (juego que consiste en acercar bolas a otra más pequeña) y el tejuelo.

domingo, 16 de junio de 2013

Alimentos básicos de 1800

Bodegón con frutas - Goya
Museum Oskar Reinhart, Winterthur, Suiza

En el año 1800 la accesibilidad a los alimentos está en estrecha relación con la pertenencia a la clase social. Así los pobres, cuya vida era prácticamente de subsistencia, basaban su alimentación en los productos que se generaban en su territorio más cercano, mientras que la Corte era el lugar donde se podían encontrar una gran variedad de productos provenientes de otros lugares del reino y ultramar. 

Los barcos llegaban a los puertos del país, y desde el litoral se adentraban en el reino por medio de caballos y mulos para el abastecimiento de pescado o de carne, transitando por el territorio a través de senderos y caminos, subiendo montes y recorriendo las distintas hondonadas a lomos de los animales.

La alimentación de las clases más bajas, estaba caracterizada por la monotonía en la dieta y por los productos habituales de la zona, en el que unos pocos alimentos básicos se repetían en todas las comidas.

El pan que consumía el pueblo llano era un producto de color oscuro debido a que se elaboraba con cereales distintos del trigo. Por el contrario el pan blanco, de harina de trigo refinada (muy similar al que actualmente podemos encontrar en nuestras panaderías), era consumido por la aristocracia. 

Incluso el tamaño de las piezas de pan era diferente según la clase social, siendo las piezas grandes para la clase baja que no se podía permitir un pan horneado a diario, mientras que las clases altas consumían piezas pequeñas pero horneadas con mayor frecuencia.

Otro alimento también muy popular era el queso, provenía principalmente de la zona norte de la península (Asturias y Burgos), aunque se consumían también otros tipos de queso que llegaban de Flandes, Francia, Holanda y Parma.

Destacaban las variedades de Cheshire (queso denso y quebradizo), uno de los más populares del mercado, el roquefort y el gruyer (un queso suave de leche de vaca) que aportaban variedad a la dieta diaria.

En cuanto a las bebidas, el vino era la bebida preferida y consumida por excelencia, tanto de las clases pobres como las privilegiadas.

En 1800, España era uno de los mayores productores y exportadores de vino. Barcos mercantes cargados de barricas de vino partían desde nuestro país a nuestras colonias americanas, pero también para lugares tan dispares como Francia, los Estados Unidos de América, Hamburgo, Venecia y Suecia.

Otra bebida muy demandada era el aguardiente, que se obtenía por destilación del vino principalmente, y en el que destacaban  zonas productoras como  la Rioja, Galicia, y el llamado aguardiente “de Holanda” o el de caña de azúcar de la Habana (ron).

El pescado era un alimento importante en la dieta, consumido por ricos y pobres, y especialmente impulsado por la Iglesia para los días de vigilias y cuaresma.

Sin embargo, la difícil distribución del producto fresco, debido a su rápido deterioro, hacía que su consumo llegase principalmente a las mesas habiéndose conservado en sal (salazones), escabechado (aliñado en vinagre) o cecial (seco y curado al aire).
Doradas - Goya
The Museum of Fine Arts Houston, Estados Unidos

La variedad del consumo de pescado “del país”  se centraba en la sardina y el pulpo de Galicia, la melva, las doradas, las anchoas que se presentaban en zambullos (pequeño barril de madera), el abadejo y atún.

Desde fuera de nuestras fronteras llegaba a los puertos de Alicante o Galicia, el salmón proveniente de Estados Unidos, los arenques de Suecia, el atún marinado de Francia y la anguila de Cerdeña.

Pero era el bacalao (de Inglaterra, Noruega o Estados Unidos) la especie más recurrida y la que garantizaba el consumo de este alimento a la mayoría de la población, presentándose en los mercados en distintas calidades (de primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, refuto).

Las carnes de corral como la gallina y las carnes de caza menor (liebres y aves) eran las más consumidas, continuando con las de cerdo y derivados cárnicos, siendo muy preciado el chorizo de Extremadura, la cecina,  la manteca de Galicia y los salchichones de Italia.

En 1800, la patata, traída de América con los conquistadores españoles, a pesar de no estar implantado su cultivo en toda la península, estaba cada vez más introducida en la cocina española de la época, llegando a convertirse en el siglo XIX en un producto básico para la dieta de la población europea (y eso a pesar de que en sus primeros tiempos fue rechazada y considerada una comida para los animales y de pobres).

El chocolate ya era un producto muy conocido y popular en estos tiempos, bebida para las lecturas o reuniones de la alta sociedad, que simbolizaba un estatus social, además de componer un alimento nutritivo en los desayunos y meriendas de la época.

Con la entrada de la familia de los Borbones, durante todo el siglo XVIII, la cocina de la alta sociedad española se caracterizó por acercarse a su origen (dinástico) francés e italiano. Y de esta manera en 1800, entre nobles y ricos el tener un buen cocinero o cocinera que supiese hacer platos “a la francesa” o “a la italiana”, se consideraba un signo de alta posición social.

 “Una cocinera francesa que sabe guisar con perfección y hacer pasta desea acomodarse para este mismo ejercicio

domingo, 9 de junio de 2013

Sobre toros y toreros

Si observamos algunas pinturas de Goya podemos darnos cuenta de la fama y popularidad del toreo y los toreros en el año de 1800, pero esto además quedaba de manifiesto en los diarios de la época, con anuncios de funciones ecuestres y de novillos, la venta de estampas o dibujos sobre el toreo e incluso en las pinturas-retratos de toreros de cada temporada taurina.

Banderillas en el campo-Goya, Colección Masaveu



Aunque la fiesta del toro venía desde antiguo, y fue evolucionando en técnica y recursos a lo largo de los tiempos, fue a finales del siglo XVIII cuando se puede hablar de un estilo propio de “toreo moderno”. Se fue perfeccionando el toreo a pie, con mayor agilidad y destreza, y se depuró la manera de capear y matar al toro.

El toreo pasaba de ser una “fiesta con toros” a un espectáculo con profesionales expertos, y a la vez que se reforma, van aumentado el número de sus incondicionales.

Los años finales del siglo XVIII son la época en la que se impuso definitivamente la visión de “toreo andaluz” (más estático y de enfrentamiento con el toro) frente a la tradición navarro- aragonesa (que se prestaba más a la espectacularidad y al juego con el toro).

También fueron los años en que los toreros empezaron a utilizar los trajes de  seda que llamaban “de majo” sustituyendo al calzón y coleto (una especie de chaleco) de “ante” que se utilizaban en tiempos anteriores y que les ayudaba a resistir las cornadas.

El espectáculo taurino era denostado por los “ilustrados”, que se oponían por considerarlo una actividad de ”costumbre bárbara para toros y toreros”, de representación de fanáticos que “con insultos, silbidos y gritos arrojan brutalmente al torero sobre las astas del toro” o se quejaban de los picadores que sin preparación provocaban el destrozo de los caballos que montaban.
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Por otro lado los “partidarios” del toreo argumentaban ante estos ataques que: “Lo que atrae principalmente a los espectadores es el bullicio del concurso, el holgorio de la gente y la grandeza del espectáculo

Dirigidas muchas veces a obtener beneficios destinados a obras de caridad como el Hospital de San Carlos, hospital de la cárcel y obras de los religiosos, la recaudación se obtenía tanto de los tendidos en las gradas y balcones como de la venta de la carne de los toros y venta de los “pellejos” de los caballos (que podían llegar a ser hasta 20 por corrida) además de la contribución de los aguadores que había en la plaza.

En los diarios se anunciaban corridas en la Corte con lujo de detalles en el que se llegaban a lidiar hasta 20 toros por día (en las provincias llegaban a 12 toros como en Illescas). Distribuidos  en dos sesiones para el mismo día se comenzaba a las diez de la mañana y a las cuatro de la tarde.

Las autoridades con la intención de facilitar al público una “gustosa  diversión” organizaban los espectáculos de toros de manera que a veces se lidiaban en la misma corrida a caballo y a pie, estando sólo destinados a matar por el torero en la plaza algunos toros y los otros formaban  parte de un espectáculo donde personajes con vestidos llamativos (por ejemplo de morisco) ponían banderillas o se echaban perros en la plaza  para que lucharan con el toro.

Común en el espectáculo de la corrida  llegó a ser el destinar varios novillos para que el público pudiera bajar a la plaza, “a excepción de ancianos y niños bajo multa de 25 ducados” y en el que los aficionados podían demostrar su destreza y habilidad con el animal.

Para finalizar la jornada en la plaza a veces se realizaban actuaciones de payasos con  equilibrios y volteretas sobre una cuerda, demostrando diferentes habilidades y juegos ante el público. También se hicieron habituales los  fuegos artificiales y la  música para amenizar la función.

Las corridas de toros eran populares también en los Reinos de Lima, Buenos Aires, Nueva España y otros territorios españoles de América.

1800 es el año en que muere, habiéndose retirado unos años antes de los ruedos, Joaquín Rodríguez (Costillares), al que se le llamó “maestro de la elegancia en el toreo”. Costillares era considerado el inventor del volapié (matar los toros parados yéndose a ellos) y la verónica (lance sujetando la capa con las dos manos). 

Era la época de grandes maestros, fundadores del llamado toreo moderno. Encontrándose, dos rivales en estilo y dos competidores en la plaza: Pepe-Hillo y Pedro Romero.

El  sevillano Pepe-Hillo,(o Pepe-Illo como aparece en otros escritos) apodo de José Delgado Guerra, era famoso por su arrojo y originalidad en el toreo. Sus seguidores encontraban en las  actuaciones que ejecutaba en la plaza toda clase de suertes y temeridades.

Para Pepe-Hillo desde el momento que entraba el toro en la plaza, el torero debía ser coherente con la faena del toreo. Fue discípulo de Costillares, considerándose ambos de la  “escuela sevillana”.

"La Tauromaquia", autor: Pepe-Hillo

Fue el autor de  “La tauromaquia o arte de torear a pie y a caballo” que en 1800 se anunciaba como “obra utilísima para los toreros de profesión, y para toda clase de personas que gustan de toros. Esta única en su especie ha sido deseada del público español, no habiendo hasta ahora ningunas reglas escritas, queda desempeñada según dictamen de sujetos inteligentes en la materia. En Madrid a 6 reales.
En 1801 mientras toreaba en Madrid fue cogido y muerto por un toro. Dicho suceso provocó una gran conmoción en la sociedad.

Pedro Romero matando á toro parado
Goya, Museo del Prado
El rondeño Pedro Romero, era heredero de una ilustre estirpe de toreros, (nieto de Francisco Romero, hijo de Juan Romero y hermano de José Romero). Considerado un ejemplo de técnica precisa y sobria, a la vez que firme en la capa y certero en el estoque. Para Pedro Romero lo más importante y el momento cumbre de la corrida era matar al toro. Su estilo se llamará de “escuela rondeña”.
Es curioso de este torero que teniendo una dilatada trayectoria profesional (anunció su retirada de los ruedos en más de una ocasión), y matando miles de toros no sufrió ninguna cornada. Al igual que Pepe-Hillo tuvo muchos incondicionales y fue un personaje muy popular en su época.

Tanto Pepe-Hillo como Pedro Romero fueron innovadores con su estilo y consiguieron muchos admiradores dentro y fuera de la plaza.

Hace unos años se presentaba publicada la recopilación de la “Obra Taurina” de José Bergamín y en ella aparecen sus seguidillas toreras que con algunas de sus estrofas podemos ambientar esta entrada:

El arte del toreo
fue maravilla,
porque lo hicieron juntos
Ronda y Sevilla.

Unieron dos verdades
en una sola
con Illo y con Romero
Sevilla y Ronda.

De Sevilla era el aire,
de Ronda el fuego;
y los dos se juntaron
en el toreo.

Y como se juntaron
los dos rivales
no habrá nada en el mundo
que los separe.

domingo, 2 de junio de 2013

"Callejeros Viajeros": Estados Unidos de América 1800



Territorios de los Estados Unidos de América en 1800
En 1800, los Estados Unidos de América eran una nación recientemente  constituida, ya que  habían transcurrido apenas 25 años desde que declararon la independencia del Reino de Gran Bretaña.

El “sabio y pensativo” presidente John Adams,(conocido abogado y destacado independentista),  inauguraba  una nueva residencia después de ocho años de construcción, la Casa Blanca. Esta residencia presidencial, estaba ubicada en una ciudad de calles rectas formando catorce millas de circunferencia, cerca  del  río Potomac (para dar a la ciudad una vía de comercio) y que había sido creada pocos años antes. Esta nueva ciudad era Washington que pasó a ser la sede del gobierno relevando a la ciudad de Filadelfia.


John Adams


Muchos  estadounidenses  vivían  en las grandes ciudades de la costa este (Baltimore con dieciséis mil habitantes, Norfolk con más de quinientas casas),  lugares donde se habían establecido importantes puertos y donde se estaba desarrollando un comercio floreciente. Es allí donde se concentraba un gran número de emigrantes europeos (principalmente escoceses, irlandeses, franceses, alemanes y suizos), que por diversos motivos dejaban sus países y buscaban una vida mejor en este nuevo país.
Los periódicos españoles se hacían eco del destacado aumento de la población de este joven país, pues en diez años había crecido en más de un millón de habitantes y se situaba ya sobre los cinco millones de habitantes libres pues en cuanto al número de esclavos también se había incrementado su número, estando ya entorno al millón de personas.

Muchos de estos europeos que llegaban a las ciudades americanas trabajaban de criados para después de ahorrar por un tiempo, conseguir montar su propio negocio, que decían “cosa muy fácil en América”.

La gran afluencia de personas tuvo como consecuencia la superpoblación de algunas ciudades, lo que  llevó a muchos de los habitantes a vivir en  barrios humildes y mal ventilados con situaciones insalubres, donde en los sofocantes meses de calor se concentraban olores enrarecidos.

Las calles de las principales ciudades eran por lo general incómodas de transitar, debido a que la mayoría estaban sucias y sin empedrar, y donde muchos de los vecinos habían construido sus casas de manera arbitraria, según les había ido conviniendo.

El grueso de la población americana lo constituía una sociedad eminentemente rural. Muchos granjeros habían obtenido concesiones de tierra en distintos lugares improductivos y áridos tratando de convertirlos en lugares más fértiles. Cuando estos granjeros no conseguían producir lo suficiente en ese terreno, cambiaban su residencia recorriendo el territorio y  buscaban un lugar más favorable para obtener ganancias.

el deseo insaciable de ganar que posee a los americanos, que no tienen otro móvil para obrar que el dinero.”

En el estado de Virginia se encontraban grandes posesiones que eran trabajadas por un gran número de esclavos negros que sacaban de ellas crecidas rentas pero que estaban en manos de unos pocos propietarios blancos.

Estaba considerado el carácter de los estadounidenses de sencillo y cortés, de personas muy hospitalarias y alegres, aunque también se juzgaba que muchos ricos propietarios se dejaban hacer notar de excesiva ostentación.

En prósperas ciudades como Nueva York (que albergaba más de 20 mil ciudadanos y era la segunda más importante del país) o Boston, el entretenimiento más destacado era el teatro, representado la mayoría de las veces por compañías itinerantes (algunas provenientes incluso de Francia) que iban recorriendo distintas ciudades.

Junto al teatro, otras diversiones públicas eran la música y los bailes, las salidas campestres y paseos o actividades más sosegadas en las reuniones como las damas y el ajedrez.

Nueva York producía importantes cosechas de granos, poseía un destacado puerto, una industria y comercio en auge, con lo que consiguió desarrollar en su suelo grandes fortunas y se convirtió en el centro de la cultura y entretenimiento del país.

Es el año en que se funda la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en Washington (actualmente una de las mayores bibliotecas del mundo).

También es año de elecciones presidenciales, llegando en 1801 un nuevo presidente Thomas Jefferson. Bajo su mandato se compra a Francia el territorio de Louisiana, con lo que Estados Unidos duplicó su extensión.

Es el inicio de una importante extensión territorial y constitución de mayor superficie al oeste.

Si esta progresión continúa 20 años, es imposible calcular cual será el influjo de los Estados Unidos en la balanza política”.

Este notorio aumento de población y del territorio, el incremento de la producción agrícola, de la milicia, del número de navíos mercantes y de la economía constituyen las bases de un progreso que se empieza a notar en este nuevo país y que lo llevará a transformarlo definitivamente en una potencia de primer orden.